Unos 700.000 cubanos viven en Miami. Muchos llegaron en precarias embarcaciones.

Por: MIAMI. AFP

En avión, en frágiles balsas, en lanchas de contrabandistas, en automóviles anfibios o hasta en camiones convertidos en improvisadas embarcaciones, desde el triunfo de la Revolución en Cuba, en 1959, cientos de miles de cubanos llegaron a Estados Unidos, especialmente a Miami. Allí esperan desde hace años el final del gobierno de Fidel Castro.

Se estima que más de 700.000 cubanos viven en Miami, en el estado de Florida. Es decir, casi la mitad del total de la población procedente de la isla que se ha instalado en suelo estadounidense en el último medio siglo.

En cualquier conversación de café o en un taxi no es extraño escuchar un dramático relato de un antiguo «marielito» (los que huyeron en 1980 desde el puerto de Mariel), de un balsero llegado en los 90 o de algún exiliado de las nuevas generaciones que fueron congregando en Miami a la mayor comunidad cubana fuera de la isla.

Para muchos fue traumático el cruce del estrecho marítimo de 150 kilómetros, poblado por tiburones y frecuentemente azotado por huracanes, que separa las costas de Cuba y de la península de Florida.

«Por ese estrecho cruzamos casi todos», recuerda en Miami el taxista Marcos G., quien en 1994, junto con otras cinco personas a bordo de una precaria balsa, tardó «tres días de infierno» para llegar a Cayo Marathon, «casi inconsciente, deshidratado e insolado», relata.

Las primeras oleadas de exiliados anticastristas se produjeron apenas triunfó la Revolución, en enero de 1959. Más de 250.000 cubanos salieron en los tres años siguientes, y otros 268.000 partieron entre 1965 y 1973 en los llamados «vuelos de la libertad», organizados por La Habana y Washington para detener la migración ilegal.

Luego de que Cuba suspendió esos vuelos en 1973, la llegada de refugiados a EE.UU. por mar alcanzó su punto máximo en 1980, en el éxodo de Mariel, con la salida de 125.000 en poco más de cinco meses.

En los años 80 y 90 continuó el flujo de miles de personas en pequeñas embarcaciones o en lanchas rápidas de contrabandistas.

La crisis económica en que cayó la isla en los años 90, tras la desintegración de la Unión Soviética, impulsó a los nuevos exiliados acaso más que las divergencias ideológicas.

«Las últimas oleadas trajeron a exiliados que se convirtieron en opositores (a Castro) por razones económicas y ya no tanto por política», explica Max Lesnik, directivo de Alianza Martiana, una organización opuesta al embargo estadounidense contra Cuba.

Durante cuatro semanas a mediados de 1994, más de 36.000 cubanos salieron al mar con destino a EE.UU. en barcas improvisadas, en lo que se recuerda como «la crisis de los balseros».

Un año después de esa avalancha, La Habana y Washington firmaron acuerdos en un intento por evitar la migración ilegal. Así, los cubanos que logran pisar tierra estadounidense ganan derecho inmediato a pedir asilo, como parte de otros privilegios de los que gozan estos inmigrantes en EE.UU. frente a otros. Lo saben quienes desde entonces se lanzaron a la triste aventura de cruzar ese estrecho.

En los últimos años, pese a los patrullajes, cientos de cubanos continuaron emigrando. Ya no sólo en rústicas embarcaciones, sino también por aire y mar a través de las bien organizadas redes de tráfico humano.

Según autoridades migratorias, en 2006 llegaron 3.076 cubanos a las costas de EE.UU., y el número de interceptados en el mar fue de 2.810.

En sus intentos por cruzar el Estrecho de Florida, muchos cubanos hicieron alarde de creatividad, en autos o camiones ingeniosamente acondicionados para la navegación.

Una postal impactante es la de julio de 2003, cuando doce cubanos trataron de llegar a las costas de Key West en un camión Chevy 1951, que se mantenía a flote por una serie de tanques vacíos y con una pequeña hélice conectada al motor, que le permitía hacer unos 12 km por hora.

Pero la creatividad no impidió que los balsero-camioneros fueran descubiertos por la guardia costera estadounidense y devueltos a Cuba.

Miami se convirtió en capital del exilio anticastrista y su barrio más emblemático es precisamente «Little Havana», o «La Habana del norte», como lo llaman algunos.

Allí se concentraron los festejos el martes por la renuncia de Fidel Castro. Y allí surgieron con frecuencia rumores de su muerte desde que delegó el poder a su hermano Raúl por su grave enfermedad en julio de 2006.
http://www.clarin.com/diario/2008/02/21/elmundo/i-02701.htm